Cruzando el desierto para ver a Tinariwen. Homenaje al Sahara

Este texto se compone de una parte de texto y otra de fotos del desierto. En él narro un viaje a través de diferentes paisajes del desierto, y apoyo la lectura a través de imágenes, cuando mis palabras se bloquean ante su belleza y soy incapaz de expresar.

Cierro la puerta de casa y subo al coche tras haber preparado, a la carrera y sin pensar demasiado, una bolsa con 4 trapos, varios bidones de agua, un libro y la tienda de campaña.
Llevo sin viajar todo el verano, desde mi vuelta de Mauritania a principios de julio, sin embargo me pasé los últimos 4 meses organizando viajes para otras personas deseosas de conocer Marruecos y sus contrastes,  luchando con la anarquía africana para que todo marchara bien, y guiando y organizando actividades en el desierto.

Seis días en España me han sido suficientes para empacharme de política y tele-basura. Lamentablemente, no para saturarme de los cariños y abrazos familiares, que siempre saben a poco.
Mi alma nómada pide a gritos una escapada… nuevos horizontes infinitos.
Desconectar. No pensar. IMPROVISAR.
El destino ha querido que Tinariwen participe en el festival de Taragalte en Mhmid. Por delante nos esperan cientos de kilómetros de desierto, para escuchar a los mas grandes nómadas hablar de él.

Tinariwen es el plural de Tenere, que significa desierto. DESIERTOS. Los que tengo que atravesar para llegar hasta el lugar del concierto, y deshacer después.

La bajada fue rápida. Sin apenas descanso. Los carteles indicando la antigua ruta de las caravanas transaharianas hacia Tumbuctú se suceden.
«Tumbuctu 52», reza uno.
«Tumbuctú 51,5», reza otro unos kilómetros después…
Y a pesar de ser rutas impensables hoy en día, con un desierto dividido en inútiles fronteras, y conflictos armados al norte de Mali, donde drogas, armas, fanatismo religioso, junto con otros ingredientes destructivos, hacen que el paso sea verdaderamente arriesgado, estos carteles le dan una magia especial a la ruta.
Son el indicativo de que un día fue.
Aunque hoy pareciera leyenda, estas tierras las transitaban los caravaneros, comerciantes de oro, sal y esclavos. Quizás estas mismas rutas invisibles vieron nacer la música gnawa, hace siglos…

 

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Creo que todos los que nos hemos ido enamorando del desierto del Sahara poco a poco, lo hemos hecho al ritmo y cadencia de Tinariwen.
Su música ha sonado en el CD del 4×4 de quien nos guiaba por el desierto. En la radio del bar en el que paraste a tomar café. Se ha filtrado por las grietas del adobe, en una casa cualquiera de algún rincón del sur de Marruecos.
O sonaba lejana, desde la jaima de aquel nómada que los escuchaba desde su viejo Alcatel en Mauritania.

Nadie mejor que ellos saben reflejar ese amor infinito por cada partícula de arena, cada paisaje sahariano y sobre todo, por sus pueblos nómadas. Los Tuareg.

Tinariwen significa desierto. Y no se me ocurre mejor banda sonora para cruzar el Sahara.

Tinariwen. Mali. Tumbuctú …

 

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Este año el festival de Taragalte hace de nuevo homenaje a Tumbuctu, ciudad maliense tomada por los yihadistas en la que se celebró el “festival del desierto” poco antes de que los terroristas tomaran la ciudad y prohibiesen, entre tantas cosas, la propia música.

Taragalte a su vez es el antiguo nombre de la ciudad marroquí de Mhmid. Su significado: “lugar de encuentro”. Y un camino invisible une Tumbuctu, Taragalte (Mhmid), Tinariwen y al propio desierto, por ser ambas ciudades separadas por cientos de kilómetros de puro Sahara, lugares de encuentro de las caravanas transaharianas, y de las gentes de los pueblos del desierto, de los que Tinariwen habla en sus canciones.

Hoy, las fronteras tratan de dividir estos homónimos. Pero estarán inevitablemente unidas bajo un mismo hilo conductor: siempre el desierto y su pueblo.

Esta noche, Kaira Arby, gritará micrófono en mano su disconformidad con la guerra, y hará alusión al Corán, y su buen uso, como única arma para combatir.
Tinariwen, por su parte, empuña sus armas mas poderosas: sus guitarras y jembe, y sus letras, escupidas a la cara, confesando verdades como puños. Anhelando sus raíces, su cultura y su pueblo… casi enterrado en pleno Tenere (“desierto/sahara” en idioma Tamazight) a manos de un grupo de desalmados que los han expulsado de sus propias tierras.

 

Tinariwen
Solo hay una cosa mejor que ver a Tinariwen en concierto. Y es hacerlo con los pies metidos en las dunas del desierto….

 

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Taragalte gozó de un gran cartel, con cantantes de la talla de Oum, Imerhan N’Tinezraf, Hassani Group, entre otros…

 

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Gnawa
Grupos locales de música gnawa

 

Taragalte

 

Después del festival me quede recreándome por las dunas del Erg Chegaga, y deshice el camino de regreso al Erg Chebbi, cientos de kilómetros de desierto y paisajes contrastados.

 

Como me pasa siempre que quiero escribir sobre el desierto, me quedo bloqueada.
Es un sentimiento tan amplio, que a veces me resulta imposible abarcarlo con palabras. A la habitual pregunta de “porqué o qué te gusta del desierto” a veces no se muy bien que responder… no se como expresar lo que me transmite.
Quizás sea esa la respuesta: lo que me gusta del desierto, es lo que el propio desierto me hace sentir.

Quiero pensar, como dijo el sabio Theodore Monod, que el desierto pule el alma.

«El desierto te pule el alma, nos enseña a no gemir, a no hablar inútilmente. Es un educador severo que no deja pasar debilidad alguna. Es una escuela que nos obliga a tirar la quincalla de los pensamientos, a fortalecernos. En el desierto el cerebro pone rumbo adelante. Estamos por fin libres de futilidades y de lo inutil, de los parloteos. El desierto no es complaciente, esculpe el alma»
Theodore Monod

 

Deshicimos el camino a través de Tamegrut, la cuna de la cerámica marroquí, para dejar el asfalto y adentramos en pista

 

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cerámica Tamegrut
Estos tornos tradicionales tienen un pedal que haces girar con los pies dentro de este agujero. Mientras, con las manos, moldeas la arcilla. Fabrican así, verdaderas obras de arte que van a parar a los comercios de artesanía de todo el país.

 

cerámica Tamegrut
Yo también lo intenté

 

“¿Hablar del desierto, no sería, ante todo, callarse como él?”

― Théodore Monod

 

A partir de aquí, dejo que mis silencios hablen por si solos.
Y os dejo un puñado de humildes imágenes con textos breves y torpes sobre la ruta de vuelta a través del desierto… Porque no se me ocurre mejor forma de mostrar lo que mis ojos vieron, que en las imágenes, que aunque reales, no hacen honor a lo que es el desierto en realidad.

 

Erg Chegaga
Dunas del desierto de Erg Chegaga

 

Erg Chegaga
Así atardece un día cualquiera sobre la duna mas alta del Erg Chegaga, 2º desierto de Marruecos en el tamaño de sus dunas, después del Erg Chebbi

 

 

Erg Chegaga
… y así amanece

 

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En nuestra ruta encontramos a un nómada haciendo autostop, Silmane. Nos indica como se llega hasta el oasis sagrado de Abderahman, y continua con nosotros hasta Mhamid, pequeña ciudad del desierto en la que viven su mujer e hijos, que ya no quieren seguir nomadeando ni pastoreando con su padre por la hammada. Nos cuenta que este oasis, en medio del desierto, no es propiedad de nadie, pero alguien con poder lo amuralló, construyó un alojamiento turístico, y hoy día controla y restringe injustamente el acceso a este manantial natural. A lo largo de estos días por el desierto han sido varias personas las que me han transmitido su pesadumbre por la apropiación de este palmeral.

 

 

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Silmane también nos cuenta que antes de los años 80, esta llanura que es la región de Mhamid, estaba repleta de gacelas. Las veías correr de acá para allá, en manadas. había cientos. Cazadores de Arabia Saudí comenzaron a llegar a este paraíso natural para cazar gacelas. Ellos y las sequías acabaron con la mayor parte de ellas. Hoy día pueden encontrarse en las zonas fronterizas con Argelia, a tan solo unos 40 km de aquí, ya que los militares no dejan acercarse a nadie, y ellas son mas libres en esta zona. M’hamid Elghizelane, como se conoce a esta región, significa «la llanura de las gacelas», haciendo honor a lo que un día fue.

 

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Silmane llena los silencios con sus canturreo. Todos los nómadas que he conocido se caracterizan por lo mismo: arrancan a tararear alguna canción y se sumergen en sus pensamientos como si no existiera el mundo a su alrededor. Puntualmente se auto interrumpe para contarnos curiosidades de los lugares por los que vamos pasando y anécdotas de su vida. Para despedirse y agradecernos, nos invita a un té en su casa y nos presenta al resto de su familia.

 

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Otro día se va desde la hammada de Kem Kem, dejando imágenes como esta, de las acacias perdiendose en la luz del ocaso.

 

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Hammada de Kem Kem
Y el sol desparece en su totalidad, dejándonos en la mas absoluta oscuridad en medio de la nada…

 

Hammada de Kem Kem
Horas después amanece de nuevo y puedo ver el lugar en el que me encuentro por primera vez, pues anoche, en la oscuridad, tan solo se intuía.

 

desierto
Quien piensa que el desierto solo son dunas, no sabe cuanto se equivoca. Aquí, con tan solo mirar hacia los diferentes puntos cardinales, descubres paisajes muy diferentes unos de otros…

 

dunas
dunas…

 

Regs
regs…

 

sahara
montañas de estratos…

 

hammada
hammada y caminos inventados que aparecen y desaparecen.

 

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Lagos secos…

 

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rebaño cruzando el lago Maider

 

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casas que se ocultan tras la arena. O arena que invade territorios.

 

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Mezquita de Tafraout (del sureste)

 

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Nos adentramos por el pueblo de Tafarut, por sus calles de tierra y arena, y encontramos estas figuritas colgadas como muñecos de vudú. Tan solo son manualidades hechas por los niños del pueblo, esperando a ser compradas por algún despistado que pasee por allí.

 

acacia. Tafraut
Y en el lecho seco del río encuentro la acacia mas frondosa que nunca ví

 

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El guardián del pueblo vigila los huertos a la entrada, guardándolos de los únicos ladrones que merodean estas tierras. Los pájaros.

 

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Hemos llegado a Foum Mharch, y justo cuando nos adentrábamos río adentro, pinchamos la primera rueda del trayecto. Tras contratiempos varios y ayuda de algunos paisanos de la zona, conseguimos arreglara. La rueda pinchada ha quedado inservible, y aun nos quedan kilómetro de desierto hasta volver a casa…

 

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Mujer lavando en el rió, en Mharch. El rió está seco, pero el pozo construido en él, aun contiene agua. De momento, la necesaria para abastecer a los nómadas de la zona.

 

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Dromedarios paseando al ritmo del desierto…

 

Erg Ouzina
Y las dunas del Erg Ouzina nos dan las buenas tardes…

 

Ouzina
la mezquita de Ouzina reclama a los fieles para el rezo de la tarde.

 

Ouzina
y tras esta ventana se esconde el motor que da luz a todo el pueblo. En las aldeas que venimos recorriendo aun no tienen agua ni electricidad públicas. Los pozos y la luz del sol, les abastecen de forma gratuita. Y con ayuda de placas solares y motores a gasolina, complementan cuando es necesario.

 

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Continuamos dibujando caminos, y nos cruzamos con una pick-up con un grupo de militares, y un 4×4 conducido por la policía. Han pinchado. En la ranchera de los militares reposan las monturas de varios dromedarios… Sospechamos que se las han requisado a alguien. Nos encontramos muy cerca de la frontera de Argelia y es un lugar habitual de paso clandestino de hachís… unas veces con éxito, otras sin el… Kada me asegura que pertenecen a un traficante, mas tarde lo confirmaremos…

 

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La mezquita de Jdaid nos indica la cercanía de casa. Ultimos kilómetros de pista. Los militares y policías que nos cruzamos anteriormente nos adelantan a toda velocidad por las pistas….

 

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Kilómetros después la historia acaba así:
Ya en el corto tramo de asfalto que empieza (o termina, según se mire) en Taouz y conduce hasta el resto del mundo civilizado, volvemos a toparnos con los militares. Han vuelto a pincha. Ya son 3 ruedas y no tienen recambios.
Nos piden ayuda y les acercamos hasta Merzouga.
Por el camino nos cuentan que han requisado una tonelada de hachís que iba a Argelia en una caravana de solo unos 6 dromedarios, dando varios viajes en una noche.
La duda quedó confirmada. Esta ves la mercancía no llegará al otro lado de las fronteras naturales que separan Marruecos de Argelia, y varias personas se sumarán a las tantas que habitan las cárceles de la zona, en busca de un dinero rápido, que no fácil.
En un lugar hostil, donde la vida es, tanto menos fácil, que traficar con hachís.

 

Y para acabar, una de las canciones que mas me gustan de Tinariwen.
¡Que la disfrutéis!

 

4 comentarios en esta entrada

  1. 😃😃 Ha sido fantástico!! Me acabas de transportar a las noches de Erg Chegaga, con sus cielos iluminados en una cúpula donde ya no caben más estrellas. Me has echo volver a recordar G’uelmin y su mercado de fruta y trueque donde se encuentran las caravanas venidas de lugares lejanos para comerciar, aunque mas abajo de Zagora. Dejame decirte que anduvimos por la hammada de la parte baja del sur del Draa y la cordillera del Ouarzik, buscando rastro de carnívoros pero sobre todo del extinto Guepardo Sahariano y su potencial presa la Gacela. Esta todo esquilmado, no sólo los saudíes, también los militares de Marruecos y en tiempo los españoles furtivean continuamente las antiguas zonas de este omnívoro.
    Ha sido un texto muy directo y profundo, con sentimientos y preciosas fotografias que me has hecho revivir las noches de diciembre junto a la hoguera, el cielo estrellado y los días de calor bajo una acacia.
    Como tu dices Alicia, es muy difícil describir el desierto, es como asir el fragmento de un arco iris o atrapar un poco de polvo de las estrellas…😉
    Gracias!!

  2. Precioso relato y preciosas fotos, amiga nómada !! Muchas gracias por compartir tu viaje con los que no tenemos la oportunidad de conocer y recorrer estos sitios tan mágicos de Tenere !!

  3. Muy bonitas las fotos, y más aún los relatos.

  4. ¡El desierto es increíble visto a través de tus ojos! ¡Qué ganas me dan de visitarlo! Me han encantado los colores y los cielos de tus fotos. Me parece también muy interesante y muy acertado el comentario de que el desierto debe disfrutarse en silencio.

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