Crónica de una fiesta del cordero entre musulmanes

Fiesta del cordero. El día del sacrificio.

 

Me desvelé muy temprano, aun era de noche y escuché el trasiego de pasos lejanos caminando en silencio hacia la mezquita.

Creo que volví a dormirme, porque desperté de nuevo un rato después con un murmullo cercano. Gente orando a una hora poco habitual. Entonces recordé que era el día de la fiesta del sacrificio (Aid El Adha).

A las 8 de la mañana la gente del pueblo ya está reunida en la explanada en la que lo hacen habitualmente.
El imam, al frente del grupo, micrófono en mano.
Un grupo de hombres, con impecables chilabas blancas reposaban de rodillas frente a él.
Una fila de coches hacía las veces de separador, y un grupo menos numeroso de mujeres, al otro lado de los vehículos, cerraban el conjunto de fieles que se reunían para alzar sus plegarias en comunidad, antes de dar paso al sacrificio propio de la fiesta.
El imam comienza el sermón, y ambos grupos, aunque por separado, y sin posible contacto visual rezan en conjunto.

La oración da paso a la felicitación de la fiesta, ya si, todos juntos. Dadas las rápidas bendiciones, el conjunto de impolutas chilabas blancas, salpicadas por los coloridos ropajes de las mujeres, se esparcen y retiran, como una paleta viviente, cada uno a su hogar.

 

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Poco antes de las 10:00 AM, khalti Aicha se esmera en bendecir con henna al cordero y el cabrón que serán sacrificados.
También les hace comer una mezcla de plantas para relajarlos y hacerles más llevadero el viaje al más allá.
Previamente, para que sus intestinos se endurezcan y el animal esté sano evitando algunas patologías, se les pone una piedra salina para que la vayan lamiendo y dosificando ellos mismos día a día. Así será más cómodo, también, el trabajo de limpieza una vez terminada la matanza, sin que las tripas se rompan con facilidad.

Hassan, el varón primogénito de la familia asumió la consecución del sacrificio.
Aparece con un gran cuchillo en la mano, pone al cordero mirando hacia el este, dirección a la meca. Y sin más dilación, con calma pero con firmeza, masculla, casi entre dientes, las palabras que todo musulmán debe pronunciar antes de dar muerte a cualquier animal -bismillah- y de un tajo rápido y profundo degolla al animal, que se queda unos segundos dando espasmos hasta que estira, literalmente, la pata.

A continuación procede a hacer lo mismo con la cabra, con la ayuda siempre de sus hermanos. Todos congregados en la casa familiar, para celebrar la gran fiesta del sacrificio.

 

Fiesta del cordero. Aid EL Adha
Separando la piel del cuerpo.

 

El trabajo que viene después es el más duro de todos.
Si bien es un hombre el que da muerte al cordero. En la limpieza y extracción de cada órgano participan todos, incluida yo, a la que han encomendado la tarea de ayudar a khalti Aicha, la progenitora, mi suegra, a lavar el intestino por dentro.

Pero primero, con ayuda de un palo fino, se perfora la pata del animal con el fin de abrir una apertura a través de la que se pueda soplar para hinchar al borrego.
Inflado como un globo, se golpea ligeramente con un palo para que la piel ceda un poco con el fin de separarla fácilmente de la carne.
Luego, cuelgan al animal para rajarlo en canal y extraer sus órganos, lavarlos cuidadosamente y dejarlos reposar en un barreño para luego organizarlo todo.

Es así. Sin remordimiento alguno. Sin exclamación ni sobresalto. Algo cotidiano. Habitual.
Nadie muestra ningún síntoma de aprehensión (y si  lo hay, todo se guarda hacia dentro), nadie excepto Yousef, que con dos años aún no asistió a tantas matanzas como para ser inmune a ellas. Y se debate entre la curiosidad y el miedo, permaneciendo con el semblante serio, siempre a medio paso de mi, vaya donde vaya, sintiéndose algo más equiparado y protegido por la extranjera infiltrada en su mundo…

 

 

Ronda 1. Desayuno carnívoro.

A las 11 AM ya he comido el primer plato de carne, acompañado de cuscús. Y este será el protocolo los próximos días.

Es lo primero que me eché al cuerpo, en ayunas, aunque lo habitual es desayunar «la sopa de la fiesta» una especia de pasta con forma de pequeñas bolitas, hecha con restos de las semillas del trigo, con azúcar, o por estas latitudes donde abundan las palmeras datileras, tahalaout (un sirope hecho a base de prensar dátiles).

La carne que estamos comiendo no procede de los corderos sacrificados esta mañana. Estos aún penden una cuerda, con el fin de orear la carne durante las horas necesarias.
Anoche, la familia sacrificó a un cordero más, destinado a las diferentes comidas del día de hoy, entre otras cosas.

Apenas 3 horas más tarde, tiene lugar la segunda ronda de carne con salsa a base de verduras básicas, agua y especias. A este guiso se le llama «emargan».
La comemos con gusto y aun nos chupamos los dedos.

Antes de levantarme para volver a casa a descansar, khalti Aicha me recuerda que no debo cocinar en los próximos días, que la carne me saldrá por las orejas hasta que la gastemos y que no me pierda demasiado porque a la noche comeremos mis anisados «titliwin». Y es que la familia, bien conoce ya mi gran debilidad en forma de brochetas.

 

Fiesta del cordero. Aid EL Adha
La bilis hay que extraerla cuidadosamente. Si se rompiese la membrana, echaría a perder toda la carne.

 

Cuando entro en casa voy directa a la ducha. Mi ropa está salpicada de fluidos varios de la cabra, entre ellos, todo el alimento que contenía su estómago, y que Aicha y yo limpiamos con esmero.
Esto es, básicamente, la mierda del animal, o el proceso previo a ella. El olor es nauseabundo, y eso que los trocitos de alpaca, cebolla y restos de verduras, ponían de manifiesto la saludable dieta del animal… no me quiero imaginar cómo olerá uno mal alimentado… Es lo que tiene comer carne de ganado propio. Además del dineral que te ahorras en vísperas de la fiesta, en la que los precios incluso se triplican.

 

Por la tarde me permito un paréntesis casi obligado.
Me vuelvo a sumergir en el trabajo que dejé a medias.
Todos en casa intentan dormir un poco, pues han madrugado mucho, aunque, a sabiendas de que es tarea difícil, pues no tardará en comenzar el trasiego de familia peregrinando de casa en casa para ofrendar con algo de cuscús o felicitar la fiesta.
Y como este es un pueblo de apenas 500 habitantes, sean de sangre o no, todos se consideran un gran familia.

 

Fiesta del cordero. Aid EL Adha

 

Después del atardecer volvemos a las andadas
Sobre la mesa, el hígado, corazón y pulmones de los animales, ya cocidos: En un barreño boca abajo el redaño de ambos estómagos estirado.

Los titliwin, que es el nombre en amazigh (bereber) que se le da a estas brochetas. Se preparan envolviendo trocitos de las asaduras, alrededor de las tiras de redaño crudas.

El redaño es una especie de repliegue del peritoneo cuyo fin es envolver los intestinos, fijándolos en su lugar.

Su textura, una vez pasado por la parrilla, es bastante grasa. En Marruecos es todo un manjar típico de celebraciones importantes que impliquen un sacrificio. Se reparten siempre en partes iguales, y como el redaño no es muy grande, no suele dar para muchas piezas. Supongo que de ahí su exclusividad e importancia.

Nos encomendamos en la tarea de enrollar taquitos de asaduras en el mesenterio, mientras Fátima y Farah los preparan al fuego.

 

Fiesta del cordero. Aid EL Adha
El hígado, corazón y pulmones, se cuecen y se cortan en pequeños taquitos.

 

Fiesta del cordero. Aid EL Adha
El redaño se enrolla y se corta en taquitos también, un poco mas años que los tacos de asaduras. El resultado final serán tiras de redaño.

 

Fiesta del cordero. Aid EL Adha
Se enrollan las asaduras en las tiras de redaño, rodeándolo completamente.

 

Entonces los repartimos religiosamente en cantidades exactamente iguales y los comemos con gran disfrute. Yo especialmente.

El día termina con olor de carne a la brasa en el ambiente, y una ligera humareda se suspende en el aire procedente del patio de cada casa. Es la noche de las brochetas.
Mi estómago de momento sobrevivió al primer día.

 

Fiesta del cordero. Aid EL Adha
Ya pasadas por el fuego, así quedan las jugosas brochetas «Titliwin»

 

Ronda 2. La resaca de la fiesta del cordero.

Me levanto pronto y ya huele a carne: cruda, cocinada… y de todas las modalidades posible y partes del cuerpo habidas y por haber.

Es el momento de despiezar al animal, y sazonar la carne para conservarla.
Desde bien temprano, Naima, mi cuñada, con ayuda de otras mujeres de la casa, trocea y adereza la carne, haciendo pequeñas pausas para amamantar al pequeño Yousef .

Sentada en el suelo, la rodean todo tipo de barreños y recipientes organizados por partes del cuerpo y uso que se le dará a cada una.

Hoy además es el turno de las cabezas, que se pasan por el fuego y se comen también.
Aquí se aprovecha absolutamente todo. Incluidos los testículos que son un rico manjar para muchos y privilegio para solo unos pocos.

Cuando llego a casa de Alí para visitarlo porque está enfermo, su mujer me saca un plato con sesos. A estas horas de la mañana, me cuesta hasta mirarlo. Rehúso educadamente, pero me insiste, y no me queda otra que reconocer que no me entusiasma esta parte del animal. A lo que me responden con unas brochetas de a saber qué procedencia, que me comí con gusto, aunque ya se me empieza a hacer un poco cuesta arriba el comer tanta carne.
Mi estómago, por su parte, no tardará en pedirme piedad a su manera…
No me extraña que sea tradición hacer unos día de ayuno previos a la fiesta.

Como ayer, el día transcurrirá comiendo carne desde la mañana hasta la noche. Visitando a los vecinos, y compartiendo la alegría de estos días en compañía de la familia.
Al fin y al cabo, como en la mayoría de las fiestas en cualquier religión… el contexto religioso es importante para algunos, pero el sentido del compartir en familia unos días de felicidad, prima ante todo.
Y así me han hecho sentir a mi, en familia. Arropada, acogida y respirando esa hospitalidad que caracteriza esta cultura, que sabe compensar a quien la recibe desde el respeto.
¡Incluso me correspondieron con mi parte proporcional de cordero, que por ser y estar ahí, me correspondía!

No es mi primera fiesta del cordero entre musulmanes, y en ninguna de ellas, con personas diferente, ha faltado el sentido del compartir y el espíritu comunitario.

Hoy, me han hecho sentir familia, aunque no haya un papel que asegure el compromiso matrimonial, y rompiendo con un puñado de prejuicios, propios y ajenos.

 

Fiesta del cordero. Aid El Adha

 

 

Información sobre la fiesta del cordero

Aid El Adha, la fiesta del sacrificio, comúnmente conocida como la fiesta del cordero o la fiesta grande.
Es la más importante de las fiestas del calendario lunar de los musulmanes. Se celebra 70 días después del final de Ramadan (el mes musulmán del ayuno) y coincide con el fin de la mejor época para hacer la peregrinación a la meca (EL Hajj)
La celebración hace referencia a un pasaje del Coran (y la biblia) algo polémico hoy en día, en el que Ibrahim [Abraham] va a matar a su hijo Ismail (aunque para los cristianos fue Isaac) tras una visión, como prueba de sumisión a Allah (Alá).
Ante de haber perpetrado el sacrificio, por haber demostrado que buscaba sinceramente a Dios, su Señor le permite matar a un cordero en lugar de su hijo.
De esta manera, la fiesta se repite anualmente como un ejemplo de entrega a su Dios.

De ahí el nombre de la fiesta, aunque en muchos lugares se matan también vacas o cabras/cabrones.
El fin es hacer un sacrificio, en nombre de Dios. Repartir la carne en 3 partes: una para el dueño o quien ofrendó el animal, otra para repartir entre la familia y la tercera parte para los pobres, independientemente de su religión, raza o nacionalidad.

En Marruecos, el día de la fiesta, la gente estrena ropa nueva, especialmente los niños. Y los días posteriores al día de la fiesta, se peregrina de casa en casa de la familia, ya que es una celebración para compartir con los seres queridos, equiparable a la Navidad cristiana.

 

 

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