Intentó volver para quedarse.
Muchas veces.
Analizaba todo como buscando un “algo” que le diera sentido a estar allí. Cualquier cosa. Se agarraría a un clavo ardiendo con tal de poder quedarse. Pero el querer era más fuerte que el poder.
Su gente le daba sentido. Ellos. Él.
Las risas fáciles y las conversaciones estúpidas.
Pero el sinsentido de los días se volvía a apoderar de su frágil cuerpo que se dormía derramando una lágrima y despertaba ahogado en llanto.
Le dolían hasta el colchón, las sabanas y el corazón.
Un cálido ronroneo la consolaba pronto, y continuaba la lucha por reaprender lo olvidado para sobrevivir allí, en el mundo “civilizado”, entre sonrisas vacías e insatisfechas, entre la creciente confusión del “ser” con “tener”, entre las ansias de poder y protagonismo.
En la calle, le chirriaban las conversaciones habituales en un perfecto español al que ya se había deshabituado. Penetraban en su cerebro aun no queriendo prestarles atención: “he cogido peso”, “no sé qué ponerme”, “me voy a comprar… Comprar. Comprar. Comprar. Comprar….”
Cada vez le costaba más aceptar algunas cosas. Se volvió algo radical. A la televisión. Al postureo. Al discurso político de siempre. Al nuevo concepto de inteligencia y la guerra de cerebritos con lecciones aprendidas de memorieta en aulas carentes de empatía, educación emocional y supervivencia en sus contenidos didácticos.
A las ansias de competitividad por engordar la carpeta de títulos «inútiles» en manos de gente con muchos apuntes y poco experiencia.
A su propia culpa por el bostezo que le provocaban la mayoría de conversaciones a su alrededor. Soñando despierta con otros aires.
Paseó arrastrando sus pies pesados por el insoportable asfalto.
Esos pies cubiertos, que añoraban sentir el contacto de la cálida tierra africana.
Hundió las manos en los bolsillos de su pantalón y minúsculos granos de arena naranja se habían aferrado a él, resistiéndose a la lavadora y al olvido. Ahogando una lágrima, un desesperado “tighoratin*” salió con fuerza de su garganta, atrapado entre edificios, serpenteaba buscando horizontes infinitos donde resonar y extenderse lejos, donde alguien lo oyera y se uniera sin explicaciones, en vuelo libre a través del viento, del mar y de las fronteras,
sin ser ya, ni de aquí, ni de allí,
ni de ninguna parte.
* Tighoratin -en tchelhit-: (zaghareet en árabe) Es una ululación o grito propio de la cultura bereber y árabe aunque también se usa en otros países como India.
Consiste en emitir un sonido largo y agudo con la garganta y a su vez, haciendo rápidos movimientos con la lengua de un lado al otro del labio superior se consigue un sonido ondulante, como si dijéramos “lililili”. Hoy día se usa especialmente como grito de celebración y/o reconocimiento, pero también puede representar un lamento o grito de guerra.
Aquí un ejemplo, en el comienzo y final del video:
Y tu, ¿te has sentido alguna vez desubicado? comparte tu experiencia!
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Soy Alicia , el alma nómada tras las lineas de este humilde blog.
Mi curiosidad hacia el mundo me llevó a viajar por a África.
En Marruecos descubrí mi pasión por el desierto, y me fui a vivir entre dunas.
También emprendí y pasé de nomadear en solitario, a formar una familia viajera intercultural.
Criando y viajando, entre dos tierras, por le mundo. Con raíces y alas.
Tengo una agencia de viajes (www.tourpormarruecos.com). Fotografío y escribo.
Yo misma en este texto..qué bien lo describes…un abrazo Alicia.
Enhorabuena, por lo que estás haciendo. Mucha fuerza para seguir.
A ver se nos vemos por ahí un dia de estos.
Un abrazo fuerte.
Muchas gracias Vera! Gracias tambien a ti, por pasarte por aqui! Espero que algun día nos crucemos por las dunas 🙂
Un abrazo!
¡Tal cual Alicia! Ser y Tener, lo mismo de lo que ayer hablaba, efectivamente nos entendemos a la perfección! 🙂 ¡Un abrazo de otra desubicada!
Me alegra que haya otras almas desubicadas que me comprenden.
Lo importante es encontrar ubicación, aunque sea a contracorriente!
un abrazo!!