– Cómo llegué Lompoul: historia de un timo –
Lompoul es apenas un pequeño pueblo de un puñado de casas, una mezquita y muchas cabras, rodeado de dunas, eucaliptos y acacias.
Aunque la visita al pueblo es agradable, el gran descubrimiento del lugar son los campamentos de jaimas mauritanas que «invitan» a pasar la noche, desde la forma mas sencilla a la más lujosa, rodeados de dunas y arropados por un inmenso cielo estrellado.
El lugar es hermoso.
Llegar allí fué UNA ODISEA.
Alcanzar Lompoul no nos fue nada fácil. Un día mas tarde de lo previsto, tras un timo, una pequeña anécdota de abordo y un puñado de francos senegaleses, al fin pisamos dunas!!
– Crónica de un engaño –
12:00 h Saint Louis
Habíamos comprado refrescos y dulces para nuestros anfitriones con la intención de dárselos y salir de viaje en busca de Lompoul. De todas las personas a las que habíamos preguntado por el lugar (y cómo llegar a él) solo unas pocas conocían apenas el nombre del sitio o sus alrededores, por lo que íbamos con pocas referencias de «como llegar a Lumpoul»
Fatu y su familia insisten en que nos quedemos a comer. No sabemos podemos decir que no.
15:00 h Saint Louis
Ya comidos, nos despedimos de la familia y nos dirigimos hacia la estación de taxi.
Como no hay transporte directo a Lompoul, negociamos el precio hasta Kébémer, la localidad por la que sabemos que debemos desviarnos (única referencia).
Guiándonos del precio Saint Louis – Dakar, hacemos un cálculo de lo que debemos pagar hasta nuestro destino.
15:30 h Estación de taxi de Saint Louis
Después de 30 min de duras negociaciones, donde claramente nos querían engañar, nos vemos los 3 metidos en la parte de atrás de un taxi sept-place, muriendo de calor y esperando que se completasen las plazas restantes.
16:00 h
Salimos de Saint Louis sabiendo que nuestro trayecto durará unas 2 horas y poco…
18:15 h
Inmersa en mis pensamientos y disfrutando del paisaje, empiezo a pensar que estaremos a punto de llegar.
Sigo disfrutando de la vista.
18:45 h
El taxista no nos habla ni nos avisa de que estamos cerca de nuestro destino. Empiezo a divagar: «que raro, ¿se habrá olvidado de que estamos aquí atrás?» «¿sabrá seguro donde queremos ir?»
Me comunico con Kada y Raquel para trasmitirles mis pensamientos.
Nos intentamos comunicar con el conductor para trasmitírselos también a él. No habla francés, si español, ni inglés, solo wolof.
Comenzamos a sospechar el timo… El coche sigue avanzando…
Recurrimos al resto de pasajeros en francés y confirmamos el engaño: El taxista iba a Thies. Nadie le había avisado de que bajabamos en Kébémer. Hacía unos 30 km que habíamos pasado nuestro destino. Los chicos con los que habíamos negociado el precio le pagaron y se fueron (a pesar de habernos confirmado que uno de ellos era el conductor) y nosotros fuimos victimas del primer timo del viaje (pero no acaba ahí!)
El coche sigue avanzando, por lo que pedimos al chófer que nos pare en el siguiente pueblo.
19:30 h
Nos encontramos en un pueblo «perdido», del cual todavía no sabemos exactamente el nombre. Es la hora del atardecer. Agotados y a 30 km de donde debimos haber bajado y a otros 30 de nuestro destino final (del cual solo sabemos que se trate de un pueblo de 4 casas donde el alojamiento es dudoso)
20:00 h
Barajamos las diferentes posibilidades que tenemos.
Decidimos no arriesgarnos a alargar la búsqueda, quedarnos en ese pueblo y descansar inmediatamente.
¡ Que ilusos !
20:45 h
Rechazarnos una oferta de alojarnos en la casa de un chico del pueblo porque el precio es demasiado caro, y parece que nadie se ofrece a acogernos.
Marchamos hacia el albergue que en teoría se encuentra a 1 km de allí.
Caminamos, caminamos y caminamos. Se hace de noche. Noche oscura y cerrada en un pueblo sin farolas.
Como pelotas de tenis nos mandan de una calle a otra cada vez que preguntamos por el albergue.
No hay ni rastro del alojamiento y nosotros seguimos caminando con dificultad por las calles de arena, esquivando en la penumbra coches, motos, personas, animales y carros de caballos.
21:00 – 0.00 h
A partir de aquí perdemos la noción del tiempo.
Caminamos de un lado a otro hasta topar con un hombre que nos lleva directos a los que se supone que es (o fue) un albergue.
Se trataba de una casa, aparentemente cerrada a cal y canto, con un perro que ladra al otro lado del muro.
En la fachada hay un teléfono escrito: El chico llama y nos dice que el responsable llegará en 2 minutos. tarda 10.
Una vez atado al perro, nos invita a pasar para mostrarnos el lugar.
Casi estamos relajados y deseando soltar lastre y descansar, hasta que vemos el sitio por dentro:
Una casa abandonada en toda regla.
Colchones sin sabanas, rotos y sucios. Algunos papeles por los rincones de la habitación y restos de hojas y polvo que el viento puso ahí y nadie quitó. Baños mugrientos. Agua fría (aunque eso a estas alturas ya no nos importaba demasiado) y telas de araña por todas partes.
El lugar se veía adaptado para ser alojamiento turístico sí ANTES, pero claramente abandonado desde hacía tiempo.
Totalmente desvencijado.
Estábamos tan cansados que buscábamos cualquier rincón con la mirada donde pudiéramos tumbarnos a dormir. Pero el precio que pedía, por una habitación sucia, y una cama de matrimonio para 3, no era nada razonable.
Nos fuimos.
Cansados y sin esperanzas de encontrar lugar para dormir, el chico que nos había ayudado a encontrar el albergue de los horrores nos dio el nombre de un lugar en el que quizás podíamos quedarnos (y nos pidió disculpas por no poder acogernos por estar de paso).
Nos advirtió que estábamos lejos, así que repitiendo mentalmente aquel nombre impronunciable, salimos en busca de algún transporte.
Nota: Horas antes de aquello, tras ver la dificultad de los caballos de caminar, me había prometido no subir nunca a uno de esos carros nada homologados, tan cargados y tirados por caballos, que en Senegal utilizan como transporte de personas…
pero… (?)
En plena noche nos vimos los 3 apretados, junto con el conductor, y las mochilas -que aun ni me había sacado de la espalda- trotando las calles… El hombre no hablaba francés (ni otra lengua que no fuera wolof) así que pronuncié, tan bien como supe, aquel nombre que nos habían proporcionado, nos abandonamos a nuestra suerte, confiando en aquel conductor que se reía a mi lado cada vez que el caballo levantaba su larga cola para liberar otra flatulencia.
Reíamos porque teníamos que reir… de la aventura, de agotamiento, de la vida, de los pedos del caballo, de la (in)comunicación cuando no hay una lengua común y las anécdotas que nos regalan dichas situaciones. De que llevábamos mas de 30 minutos callejeando en la oscuridad hacia quien sabe donde y sin saber por cuanto tiempo más…
Las casas del pequeño pueblo se acababan, y con ellas la poca iluminación de la vía.
De repente paramos en un gran edificio. La fachada ondeaba varias banderas y parecía una entidad administrativa.
Kada bajó a investigar:
Lo importante era retener al chico del carro para que no nos ABANDONARA allí hasta no estar seguros de tener lugar para dormir.
Y así fué como, a las 12 y pico de la noche estábamos sentados en una limpísima habitación con 3 camas y baño privado, comiéndonos un delicioso bocadillo de tortilla, cebolla y queso. Como conocimos CEDAF y al sobrino de la directriz, quién nos explicó que se trataba de un centro de formación profesional para mujeres desempleadas, en el cual las forman durante 3 años para desempeñar oficios relacionados con la cocina, costura o agricultura.
Y cómo por un precio simbólico, que además iba destinado a esta buena causa, pudimos cenar, ducharnos y descansar bien hasta el día siguiente.
Por la mañana, cuando abrí los ojos Kada ya estaba despierto y todavía faltaba una hora para que sonara el despertador.
Dejamos dormir a Raquel y salimos a buscar algo para desayunar y descubrir que aquel lugar que por la noche cabalgábamos a oscuras, se trataba de un bonito pueblo de humildes casitas de cemento, una mezquita y gentes agradables.
Hora de seguir buscando Lompoul.
De nuevo bus a Kéméber, taxi compartido a Lompoul y la mano del destino que nos hace topar con un buen hombre que nos presenta a Zek, la opción más económica para pasar la noche en las dunas.
Zek nos lleva a su casa y nos invita a comer el típico plato senegalés con su familia:Thiéboudienne (pesado con arroz)
A estas alturas del viaje estamos corriendo el riesgo de que nos salgan escamas también a nosotros si comemos pescado un día más.
Comemos obedientes lo que nos ofrecen y descansamos hasta que viene a buscarnos el 4×4 que nos llevará a las dunas, o al menos que lo intentará, porque se avería en el camino y nos quedamos esperando un segundo 4×4.
¡¡ Al fin pisamos DUNAS !!
– Lompoul: un desierto con olor a mar –
Lompoul es el lugar perfecto para desconectar.
Aislado y silencioso, este desierto invita a relajarse, escribir o pasear.
Lo peculiar del lugar es que a pesar de verte y sentirte en medio del desierto y rodeado de arena, en el ambiente se respira un característico olor a mar, y es que, tras un paseo de 5 km entre dunas y campos de eucaliptos donde manadas de monos campan a sus anchas, darás a parar directamente al Oceano Atlántico.
Nosotros le dedicamos tan solo un día a Lompoul, pero sus rojos atardeceres de mar y arena y la quietud del lugar, bien merecen algún día mas.
Otras opciones que ofrece, para un turismo algo más sibarita, son los alojamientos en jaimas mauritanas de lujo, con espectáculos de música y danza y un trato exquisito.
También se ofrecen paseos en dromedario y rutas en 4×4 para explorar la zona. El paisaje y las pequeñas aldeas sin duda lo merecen.
A nosotros nos bastó con nuestra propia compañía, la buena mano de Zek en la cocina para preparar la deliciosa cena a base de cous-cous marroquí con verduras cocidas y salsa y la sencilla hoguera junto a la que danzamos poseídos por la magia del lugar, respiramos verdaderamente la tranquilidad del desierto y contemplamos las estrellas durante horas…
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Soy Alicia , el alma nómada tras las lineas de este humilde blog.
Mi curiosidad hacia el mundo me llevó a viajar por a África.
En Marruecos descubrí mi pasión por el desierto, y me fui a vivir entre dunas.
También emprendí y pasé de nomadear en solitario, a formar una familia viajera intercultural.
Criando y viajando, entre dos tierras, por le mundo. Con raíces y alas.
Tengo una agencia de viajes (www.tourpormarruecos.com). Fotografío y escribo.
Esupendo relato. Un relato de auténtico viajero, y con una experiencia que con el tiempo seguro que te ries un montón. Pero aquel momento…Me falta el oeste de África y le tengo verdaderamente muchas ganas.
Saludos viajeros.
Gracias Jordi!
sii! con distancia los «malos tragos» suelen traducirse en anecdotas graciosas. Al final, las mas contadas y recordadas!
El oeste de Africa es una explosión de sensaciones y contrastes al mas puro estilo africano! Te encantará! Yo no descarto repetir… muy pronto!