Dionewar y el Delta de Saloum || La puerta del paraiso huele a pescado podrido

Dionewar y el Delta de Saloum

 

Como ya advertía alguna guía que leímos sobre el delta de Siné y el Saloum, el recorrido desde Joal hasta Palmarín puede ser desesperante. Nosotros llegamos mas allá, hasta Djifer, y por el contrario, disfruté como nunca de la ruta.
Llegar hasta Dionewar fue otra historia…

El bus, una furgoneta grande, con asientos de hierro improvisados, parecía desarmarse por la interminable pista de tierra que une las dos localidades. A cada pueblo o pequeño conjunto de casas bajaba  subía continuamente gente.
Yo pasé casi todo el trayecto asomada a la ventana, deleitándome con su paisaje, extensas llanuras de tierra roja al borde del mar, con manadas de vacas pastando. Pequeños pueblitos de cabañitas de madera, extensas huertas de mangos… y llegamos a Djifer.

 

Dionewar y el Delta de Saloum

 

De esto ya veníamos advertidos, y cualquier cosa que nos pudieran haber dicho se quedaba corta.
Perdimos una media hora tratando de comunicarnos con alguien que nos indicase donde teníamos que dirigirnos para tomar una barca y salir de allí, rodeados de basura, pescado podrido, raspas y un olor verdaderamente nauseabundo.

Improvisamos un baño detrás de algunas montañas de basura y 2 vacas escuálidas y caminamos hacia la playa.
Tras socializar con un grupo de paisanos, dimos con el chico que nos cruzaría al mismísimo paraíso.

El Delta del Siné y del Saloum es una zona de relativo difícil acceso, son unas 180.000 Ha de tierras llanas, islas, manglares, palmerales y lagunas, allá donde el rio Saloum besa al Oceano Atlántico.
El escaso transporte entre islas y su geografía, lo convierten en un lugar verdaderamente hermoso y tranquilo.

 

Jamás imagine que la puerta del paraíso olería a pescado podrido y estaría llena de basura, seguro que por eso era un paraíso tan tranquilo y solitario, que pudimos disfrutar casi exclusivamente para nosotros (y todos sus habitantes, claro) Juraría que eramos los únicos extranjeros en el lugar en ese momento.

El destino, la casualidad y el estar en el lugar y momento justos nos hizo topar con Sidi, el barquero de un gran complejo turístico compuesto por un conjunto de bungalows de 2 pisos, con tejados de paja y todos los lujos imaginados en un terreno calmo y silencioso, en plena naturaleza.

 

Dionewar y el Delta de Saloum

 

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Conforme nos acercábamos a la orilla nuestros ojos no daban crédito a la postal que teníamos delante:
la tranquila playa de arena blanca daba paso a los bungalós, que se camuflaban entre la densa vegetación de Dionewar.
El corazón de la isla palpitaba al otro extremo. En el que atracamos nosotros se respiraba mas tranquilidad de lo habitual ya que el complejo turístico estaba cerrado por temporada baja (pronto comenzaría la época de lluvias). Por la noche ni si quiera disponían de corriente eléctrica, haciendo uso de generadores cuando era estrictamente necesario y de luz natural de la luna y las estrellas cuando no lo era.

Tras saber que disponíamos de nuestras mosquiteras-iglús (un gran invento al que dedicaré un post), Sidi medió para que el dueño del hotel nos dejara acampar donde no molestásemos (aunque no había nadie a quien molestar, mas que los pocos trabajadores que seguían con sus tareas a pesar del cierre temporal.
Finalmente no solo dormimos sobre esa fina arena blanca, también acabamos cenando y contemplando un gran mapa de Senegal abierto sobre la mesa del comedor de aquel hombre francés que regentaba el complejo de lujo, y el cual nos recomendó ruta y lugares para seguir visitando.

Atravesamos la isla hasta el pueblo para conocer a la familia de Sidi y los chicos.
En agradecimiento por la verdadera hospitalidad recibida, compramos lo necesario para cocinar la cena para todos. Y esa noche compartimos alrededor de una gran fuente de espaguetis con tomate, risas, buena compañía, y una solitaria playa en el paraíso.

Para salir de allí volvimos a confiar en Sidi, y camino de nuestro nuevo destino, nos mostró todos los encantos de la zona.
La isla de Dionewar esta rodeada de naturaleza en estado puro, islas casi vírgenes exuberantes: el desierto de Pointe de Sangomar, Guior, Guissanor, Falia, y el entresijo de bolongs.

 

Dionewar y el Delta de Saloum

 

 

 

Dionewar y el Delta de Saloum

 

Dionewar y el Delta de Saloum

La espontaneidad de los días en Dionewar no te la cuentan en ninguna guía de viajes. No hay dos experiencias iguales. Es la magia del viaje en sí. Los encuentros casuales, el estar en el lugar adecuado, en el momento oportuno, y dejarse llevar por el ritmo de Senegal, por su gente… y disfrutar de un país que abraza allá donde vas.

 

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Dionewar y el Delta de Saloum
¡Hasta otra! Dionewar

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